sábado, 24 de diciembre de 2011

Conocí a una árabe por las tierras de las Españas.

Todo evoluciona, tanto todo cambia, las doctrinas, el pensamiento, y erigidos a comienzos, ordenadas ya las diferencias, insólitos ahora mostrados los valores y sus formas, las mismas que podréis apreciar en el nuevo continente o descendiendo algo más al sur entre los idiomas que anudan una circunferencia aun cuando por derecho sea que fuera creada en lo divino o en lo terrenal, será que bien delimitada sobre las soberanas fronteras también os pertenece.


Son ellas, es su tiempo, son el instrumento, ya os lo dije mientras era instruido para antes de volver como ciudadano de la India, me hace tan feliz recordar un escrito apasionado y elaborado donde se articula un edicto junto a un manifiesto y el resto de todo aquello que fui capaz de traeros en palabras asimiladas –llevémoslas a Atenas, mostrémoslas la biblioteca de Adriano arriba en la Acrópolis …-- y aunque esta sencilla cita se cae en desorden, pero con ese carisma que le une al innegable propósito contenido de un esplendor inmaculado traído aquí para dialogar, para extender un clima distendido y correcto, nunca con el ánimo de incitar –repito— quien así desee entenderlo también será invitado a parlamentar, pero no nos busquéis fuera de nuestra intención como un cometido innegociable porque llegados a este punto podréis regresar hasta rehacer el mismo camino que os trajo, ya habrá anochecido, entonces no, ya será tarde para volver, y no, no seréis escuchados, quedareis olvidados, expuestos y dejados en la ignorancia tan arrimada a vuestra vergüenza.


La sorpresa como caudal se asoma al descubrir a una joven alzada en voluntad con la propia, y a solas urdió en la valentía y el empeño dejado por delante entre las mismas columnatas de arriba por la Acrópolis madura. No, no hubo nadie ni nada concreto que dirigiera este anhelo, fue incorpóreo, accidental, fue obra de todos y de todo, de la ciencia, de la religión, de la naturaleza, de un casual en su afinidad al probar de tantas mesas el pan y la miel de iguales sabores y texturas según nos hayan sido mostrados a los cinco sentidos. Ocurre, ocurre en ocasiones, sea ser milagro, excepción, genética o ciencia que aparece y surge el bien aventurado a quien yo nombro como el sexto y más completo de los sentidos al mostrarse la intuición como una profecía realizada en la proeza de un ser distinto pero nunca divino e inalcanzable, más bien es próximo, cercano, aparente, parecido a ti. Ahora bien, ahondando en el trato, tienes su permiso para pregúntala cuanto gustes.


No, no temas, no es la hechicera enviada, solo es un rostro configurado en un cuerpo. Hazla la contra a su opinión aun a sabiendas de tu error, disimula en la picardía, se inteligente, ponla a prueba, vuelve a oír sus argumentos, sus propuestas, déjate seducir en su lenguaje atlético, sorpréndete, veras que no habrás de quedar defraudado en su infinita paciencia de querer ayudar a comprender tanto y mas como ya la adivinaste en la mirada al serte presentada en un destino que os cruzo.


Ahora, llegada ya la hora, y aun a sabiendas de que yo no sea el primero, acepto y entiendo que lo que menos importa es la distancia sobre una lista numerada, importa sumarse a la intención tan fiel al ir a encontrarnos.


Ahora os alcanzo sin nada pretender, vuelvo siempre a vosotros sin la afilada hoja de la crítica. No, no la he querido traer, la he preferido dejar abandonada en otros derroteros a combatir muy distintos postulados.


Inicio para vosotros un pensamiento acercado desde la emoción y el deseo renovado de ir a abordar y a crecer en una realidad construida fuera de la imaginación que se ha dado exacta en un lugar, en una fecha, en un país y sobre una ciudad concreta en el justo momento de vuestra celebración y penitencia. Es ella quien surgió como una revelación tan tangible y palpable como lo sois cada uno de vosotros. Pero no, no os daré el nombre de esta afable y portentosa muchacha partida entre dos mundos.


Es ella la primogénita que mas os ama y os respeta en la primera mujer árabe que he conocido como haz de luz y excepción que honrará a la nueva raza de libres pensadoras como una líder para un próximo Islán más tolerante. Pero cuando política y religión no pueden ir juntas de la mano, será que siempre podrán ser mostradas sobre identidades diferentes como instituciones definidas e independientes.


No, no es necesario reformar un libro sagrado, lo escrito, escrito esta. No, no violentaremos ni osaremos alzar nuestra voz –no, yo mismo no lo hare— contra lo establecido por lo divino.


Lo divino, divino es y así ha de permanecer, intocable.


Se dan infinitas las formas urdidas de formulas al querer ir al dolor mismo que se respira en una sociedad, es tan sencillo validar el desapego humano, solo es necesario promulgar las leyes necesarias y más justas haciendo uso de los parlamentos, liberar el pensamiento –y no, no hablo de libertinaje. No, no os confundáis en la intención del vocablo cuando explicito y definido se queda en una dirección—haced iguales a vuestras esposas e hijas, tomad en ejemplo a esta nueva árabe.


Me gusta como acogéis agradecidos la tolerancia, le seguís bien los pasos al avance cuando surcan los cielos vuestras aeronaves celestes embanderadas, y sobre los raíles las locomotoras oscurecidas provenientes de los áridos desiertos en los que os compartí en las noches más calurosas al frescor de las Haimas en convivencia sobre un septiembre matador y tortuoso, fue hermoso aprender de la calma que os adorna tan exquisita la virtud que os hace tan pacientes, y aun sois más valiosos enraizados en las familias como en un baluarte asombroso en el que me hube de sentir hipnotizado, recompensado al recibir vuestras condecoraciones, fueron los abrazos, esas miradas condescendientes, los intercambios naturales y puros de los gestos entendidos extraídos del azúcar moreno de cenicientas casi bordeando a oriente desde este África presumida y latente a tan solo el salto de un beso hasta mi tercera patria, hacia Asia.


Me hube de caer aplomado admirando vuestra fuente de conocimiento que siempre compartida tantas veces os fue sustraída cuando con solo haberlo pedido habría sido suficiente. Ya lo dejaban rubricado a este afluente del conocimiento a la vista de todos por entre las mismas calles vuestros matemáticos tan enamorados del algebra y de las cuentas que aun a día de hoy siguen esparcidas por el mundo como una unidad de medida universal extendida y acuñada en los Romanos cuando iniciaron el exilio de sus complicadas tablas incendiarias de cerebros.


Y siguieron elevando al conocimiento de uno a uno los consiguientes y pragmáticos estudiosos, fuisteis vosotros los árabes a experimentar, hora sobre los libros y los solares ahora llenos en esa conjunción estelar augurada de vuestros astrólogos seguidos de los valientes generales arquitectos al frente de sus ejércitos de guerreros obreros especialistas en adornar los vacios huecos de solo aire y polvo traído del Sajara a quien sigo conservando en la vitrina de recuerdos de viaje como un tesoro bendito y alado en la mayor sonrosada rosa del desierto que yo haya vislumbrado, o a los cachitos de las corintias columnatas del bárbaro y arrojadizo templo de Luxor de allá de Egipto, pero indaguemos un poco más en las fértiles huertas de unas Haimas elaboradas para el recreo intenso de las familias y de sus brazos extendidos en el resto de sus parientes siempre traídos también consigo a los amigos a la juerga de una jerga honorable participada hasta en los críos, aquí todos y todo se acierta a tener en cuenta, e incluso si tu procedencia sonsale de Europa, pues no, no les importa, te habrán de recibir intacto y entero, será que desde su suelo alfombrado y sus bandejas repletas de cuscús con gotas de leche de camello encomendada de dátiles para probar junto con estos que vendrán después, los frutos secos aderezados en te a la menta seguido al otro a la hierba buena, pero no sin antes cebarte de dulces postre en pastelitos como trocitos de cielos descendidos a las mesas para acometer y acontecer desde los estómagos en el resto de un paraíso comenzado en las Shishas y los cafés turcos con los que las noches serán caudalosas y complacientes en los ritmos musicales que nos habrán de alterar el ánimo mas bailongo.


Y cuan alegre recibo y recojo una trifurca simulada y pachanguera regalada de entre sus legendarias costumbres al son de este carnaval autentico al que he sido traído, donde me arrojo a tocarlo todo y a besarlo ilusionado ingresando como regresado de nuevo a la mocedad fogosa olvidando este cansancio de ahora. Son inagotables las fuerzas que nos acompañan en este punto de la vida cuando sobrados de soberbia todo cuanto nos rodea nos parece alcanzable, vamos vibrando brincando sin descanso de unos a otros, a los amigos, a los padres, en los hermanos, indecibles saltamos aun con mayor brío sobre las deliciosas amadas amantes al ser alzados al cenit en los espacios donde los sentidos al fin se conocen.


Y nos creemos invencibles ahuyentando la fragilidad que anterior nos acecho.
Pareciéramos haber abandonado aquella etapa menor como asfixiados en una inseguridad creciente de dudas, pareciéramos haber llegado a la fase de nombrarnos como hombres de buena voluntad como al igual lo hacéis vosotros, pero fuera de unas costumbres tan distintas y distantes entre sí.


Unas las occidentales, las otras las árabes.


Y, a bien teniendo la dimensión terrenal o divina de ser capaces de designarnos como hombres de buena voluntad, sea que construyamos desde ella la armonía necesaria donde poder conversar con el ejemplo de vuestra infinita paciencia para acercar las diferencias. No, nunca nos vallamos a aumentar las distancias ya dadas que nos apartan, dejémonos seducir en la virtud de un dialogo razonado y tolerante porque jamás hallaremos mejor desierto que nos habrá de aproximar al sentido común de un oasis por donde la humanidad comprenda de una vez por todas que la guerras significan muertes envenenadas y en su opuesto reverso contrario brotara este mundo de magia de las palabras más sencillas que nada esconden, las mismas que se han de entender como la única herramienta que nos ha de proveer de la amnistía eterna; yo desde luego abogo por la palabra en la buena voluntad de los hombres cuando solo es ella quien nos abre a la paz.


También os habré de pedir a vosotros a todos los árabes hombres, y por igual será algo que también nos habremos de replantear todos los occidentales hombres al ir a hacer frente a la gran realidad social que me ha traído hasta estas líneas cuando resulta más vuestra que mía –pero es que siempre es tan grato apropiarse de lo ajeno cuando la razón y el ser es tan valido, valioso y hermoso -- en una mujer árabe excepcional como un ejemplo a seguir.


Al mundo Árabe.


Este es vuestro reto de hoy desde un presente para descifrar un futuro incierto en estos tiempos tan difíciles, pero sabed que os acompaña una esperanza reencontrada y tan real como lo son todas las mezquitas a las que siempre acudís en esas llamadas tan deseadas que os convocan a la oración hasta vuestras primeras casas de refugio donde tanto os he conocido. Sabed que os acompaña una mujer árabe excepcional como un regalo y un ejemplo a seguir. Yo os he expresado a una y os la he presentado, pero a las que quedan las habréis de descubrir vosotros, y no será menos importante que vosotras las mujeres árabes también os mostréis en la viva voz de lo que sois, valientes, capaces y sin temor alguno.


Al resto del mundo occidental donde no sabemos ver.


Este es nuestro reto de hoy desde un presente para descifrar un futuro incierto en estos tiempos tan difíciles, pero sepamos que nos acompañan enormes contingentes de mujeres muy dotadas cuando resulta que ellas no son el enemigo, el enemigo es nuestra intolerancia irracional desde siempre adscrita a nuestro orgullo y a la conciencia. Aboguemos por ellas desde las universidades hasta los senados sin olvidar las catedrales, será que juntos podríamos conquistar un futuro tan confuso.


Ellas, las esposas y las hijas hace ya tanto tiempo que se muestran tendiéndose enteras todo cuanto significan y son, son estos miedos tan nuestros quienes no nos dejan ver.


Iñaki Rd.

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