martes, 16 de octubre de 2012

A un ser humano accesible.

A ella le cae el cabello de onzas cobrizas con esa gracia que la sostienen sus rizos acaracolados hasta la desnudez del cuello.

Ataviados, vestidos los hombros donde le vuelan el inicio de dos tirantes negros parecidos a las riendas que sujetan al corcel de la noche acabada en la cintura, ahora la luna la llena al comenzar en la blanca postura desde las caderas alojadas en los rojos ríos de lava.

Brasas, invocaciones que se palpan, renglones descritos donde subirse a su sonrisa.

Ve, sigue, no faltes jamás a esa cita de saberte alegre, pues, tu eres de ti tu ángel de la guarda.

En ocasiones se cae del universo un lucero hecho como en un deseo intimo entre el verde y un azul soñado incrustado a ese horizonte tocado de un resplandor al alba despertando bruscamente al amor doliente de los días de atrás mientras afirmo que entrar a mañana no será posible sin estar herido. 

Hoy exilio la prudencia y me arriesgo a ir a hablar a más allá del amor que nos tenemos.

Hoy me traigo de ti para mí el consuelo de saberte en la realidad de dos virtudes que se reparten a mitad por mitad para que una sea siendo en tus costillas reposo a los hijos en la honestidad donde se recuesten; la otra la extravío para redimir algún fragmento de la soledad que nos asola.

Sea tu bondad a ambos lados de nuestros extremos que ahora no se tocan. 

Queda nada y queda todo. Un triste y delicado sentimiento pasional de dos amantes encontrados en la nostalgia de un recuerdo inmenso frente aquella dicha que fue invadiendo de felicidad al hogar.

Fue nuestra corona de amapolas.

Queda todo y queda nada. La culpa huida, los cuerpos desatendidos.

Dejo extraditadas las voces quebradas lanzadas al tiempo a recomponerse de un amor que ha perdurado intacto entre la adolescencia y la madurez. 

Tres décadas, treinta años.

Queda nada y queda todo. La certeza de una convivencia aceptada en la voluntad buscada libremente y no impuesta por la costumbre de la monotonía de los días.

Fue nuestro regalo.

Nos quedara el legado de sabernos dichosos al rememorar un lugar humilde llenado de seres sencillos que se han respetado en los peores y en los mejores instantes, siempre, sin hacer demasiado ruido, anónimos, casi invisibles, imperceptibles, tanto como la mayoría del resto de los ciudadanos de a pie de este estrato de la sociedad que yo más amo. 

Pareciera que solo respiráramos desazón, desaliento de un invierno revuelto, pero no, no creáis ni por un momento que el latir de un corazón termina ahora, ahora comienza la era de saldar y finiquitar un dolo, y vosotros y yo que nos pensamos tan solos vamos a la ladera a descubrimos. 

Démonos juntos en una decisión, démonos en una oportunidad de crecer, convoquemos en una pregunta a una respuesta donde iniciar un comienzo. Vocéate a ti mismo, hoy me abrazo a la valentía de una decisión, a la intención, voy a subir a la ola de la actitud incesante que viene y que va sin nunca detenerse.

Busca en tu silencio interior un punto, un nexo, un puerto. Sube al otro tiempo conmigo.

La barcaza no se detendrá, ven, te acompaño, vuelve a amarte a ti mismo.

De camino han pasado algunas olas y, ya me he decidido, me arriesgo, elijo quedarme aquí.

Subí a la barcaza al otro tiempo, navegué entrando al dolo, pero nunca cesa –es a veces que la angustia no me deja, lo sé, la acepto, al fin lo entiendo, descifro que siempre me va a acompañar en este universo terrenal-- da igual, te elijo a ti, voy en busca de la soledad que te define para ofrecerte como ofrenda una existencia legitima.
Ven  conmigo a saltar a la otra vida que me ha comenzado a latir desde fuera hacia dentro porque desde dentro desahucio al silencio de un dolo que necesita ser empujado hacia el pasado.

Este es mi presente, mi actitud, mi decisión, mi regalo, mi legado para ti.

Sube a un destino a forjar un cosmos o quedaras pendida en un olvido sumida de donde nadie podrá recuperarte; ni yo mismo volvería a hallarte en un laberinto nutrido de demencia, estado de un letargo interminable de inconsciencia. Entes errantes que divagan sin rumbo.

Hoy exilio la prudencia y me arriesgo a ir a hablar a más allá del amor que nos tenemos.

Hoy vuelvo a afirmar que los seres humanos estamos muy necesitados, pero será imprescindible que abandonemos esa postura de individualismo personal en la que nos refugiamos y de la cual no queremos salir.

Recibir ayuda implica darse, al darse expira la culpa de creerse a solas en este escalonado saliente de vicio que nos tenia amordazados a la costumbre de la queja continuada de un lamento tras ir indefinidamente a otro lamento lastimoso.

Yo me siento necesitado del resto de los seres humanos y así lo expreso.

Pobre del iluso que se crea capaz de abordar una conquista hacia su propia vida sin admitir que habrá de acudir a dejarse ayudar por los demás.

No, este formato de vida no lo quiero para nadie, ni tan siquiera para ti mismo, pero si es tu elección, entera te la regalo.

Posdata.

Dedicado a todos aquellos seres que por una u otra circunstancia les ha sido arrebatada una felicidad anterior al día de hoy y se piensan atrapados dentro de una esquela sin sentido que no tiene un principio ni un fin definido.

Rafael de Iñaki.

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