A ella le cae el cabello de onzas
cobrizas con esa gracia que la sostienen sus rizos acaracolados hasta la
desnudez del cuello.
Ataviados, vestidos los hombros donde
le vuelan el inicio de dos tirantes negros parecidos a las riendas que sujetan
al corcel de la noche acabada en la cintura, ahora la luna la llena al comenzar
en la blanca postura desde las caderas alojadas en los rojos ríos de lava.
Brasas, invocaciones que se palpan,
renglones descritos donde subirse a su sonrisa.
Ve, sigue, no faltes jamás a esa cita
de saberte alegre, pues, tu eres de ti tu ángel de la guarda.
En ocasiones se cae del universo un
lucero hecho como en un deseo intimo entre el verde y un azul soñado incrustado
a ese horizonte tocado de un resplandor al alba despertando bruscamente al amor
doliente de los días de atrás mientras afirmo que entrar a mañana no será
posible sin estar herido.
Hoy exilio la prudencia y me arriesgo a
ir a hablar a más allá del amor que nos tenemos.
Hoy me traigo de ti para mí el consuelo
de saberte en la realidad de dos virtudes que se reparten a mitad por mitad
para que una sea siendo en tus costillas reposo a los hijos en la honestidad
donde se recuesten; la otra la extravío para redimir algún fragmento de la
soledad que nos asola.
Sea tu bondad a ambos lados de nuestros
extremos que ahora no se tocan.
Queda nada y queda todo. Un triste y
delicado sentimiento pasional de dos amantes encontrados en la nostalgia de un
recuerdo inmenso frente aquella dicha que fue invadiendo de felicidad al hogar.
Fue nuestra corona de amapolas.
Queda todo y queda nada. La culpa
huida, los cuerpos desatendidos.
Dejo extraditadas las voces quebradas
lanzadas al tiempo a recomponerse de un amor que ha perdurado intacto entre la
adolescencia y la madurez.
Tres décadas, treinta años.
Queda nada y queda todo. La certeza de
una convivencia aceptada en la voluntad buscada libremente y no impuesta por la
costumbre de la monotonía de los días.
Fue nuestro regalo.
Nos quedara el legado de sabernos
dichosos al rememorar un lugar humilde llenado de seres sencillos que se han
respetado en los peores y en los mejores instantes, siempre, sin hacer
demasiado ruido, anónimos, casi invisibles, imperceptibles, tanto como la
mayoría del resto de los ciudadanos de a pie de este estrato de la sociedad que
yo más amo.
Pareciera que solo respiráramos
desazón, desaliento de un invierno revuelto, pero no, no creáis ni por un
momento que el latir de un corazón termina ahora, ahora comienza la era de
saldar y finiquitar un dolo, y vosotros y yo que nos pensamos tan solos vamos a
la ladera a descubrimos.
Démonos juntos en una decisión, démonos
en una oportunidad de crecer, convoquemos en una pregunta a una respuesta donde
iniciar un comienzo. Vocéate a ti mismo, hoy me abrazo a la valentía de una
decisión, a la intención, voy a subir a la ola de la actitud incesante que
viene y que va sin nunca detenerse.
Busca en tu silencio interior un punto,
un nexo, un puerto. Sube al otro tiempo conmigo.
La barcaza no se detendrá, ven, te
acompaño, vuelve a amarte a ti mismo.
De camino han pasado algunas olas y, ya
me he decidido, me arriesgo, elijo quedarme aquí.
Subí a la barcaza al otro tiempo,
navegué entrando al dolo, pero nunca cesa –es a veces que la angustia no me
deja, lo sé, la acepto, al fin lo entiendo, descifro que siempre me va a
acompañar en este universo terrenal-- da igual, te elijo a ti, voy en busca de
la soledad que te define para ofrecerte como ofrenda una existencia legitima.
Ven
conmigo a saltar a la otra vida que me ha comenzado a latir desde fuera
hacia dentro porque desde dentro desahucio al silencio de un dolo que necesita
ser empujado hacia el pasado.
Este es mi presente, mi actitud, mi
decisión, mi regalo, mi legado para ti.
Sube a un destino a forjar un cosmos o
quedaras pendida en un olvido sumida de donde nadie podrá recuperarte; ni yo mismo
volvería a hallarte en un laberinto nutrido de demencia, estado de un letargo
interminable de inconsciencia. Entes errantes que divagan sin rumbo.
Hoy exilio la prudencia y me arriesgo a
ir a hablar a más allá del amor que nos tenemos.
Hoy vuelvo a afirmar que los seres
humanos estamos muy necesitados, pero será imprescindible que abandonemos esa
postura de individualismo personal en la que nos refugiamos y de la cual no
queremos salir.
Recibir ayuda implica darse, al darse
expira la culpa de creerse a solas en este escalonado saliente de vicio que nos
tenia amordazados a la costumbre de la queja continuada de un lamento tras ir
indefinidamente a otro lamento lastimoso.
Yo me siento necesitado del resto de
los seres humanos y así lo expreso.
Pobre del iluso que se crea capaz de
abordar una conquista hacia su propia vida sin admitir que habrá de acudir a
dejarse ayudar por los demás.
No, este formato de vida no lo quiero
para nadie, ni tan siquiera para ti mismo, pero si es tu elección, entera te la
regalo.
Posdata.
Dedicado a todos aquellos seres que por
una u otra circunstancia les ha sido arrebatada una felicidad anterior al día
de hoy y se piensan atrapados dentro de una esquela sin sentido que no tiene un
principio ni un fin definido.
Rafael
de Iñaki.
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